jueves, 2 de febrero de 2012

EVOLUCIÓN HISTÓRICA Y URBANÍSTICA DE MADRID

Si hay un hecho que tiene una importancia crucial en la evolución de la ciudad de Madrid es, sin duda, su declaración como capital del reino en 1561, lo que se tradujo en un gran crecimiento en todos los sentidos, pero, sobre todo, demográfico, al trasladarse a esta ciudad toda la Corte, con todo el personal burocrático que conlleva además de los nobles que buscan el favor del rey. Cuando sucede esto Madrid es una villa con siete siglos de historia, que no destaca especialmente en los ámbitos del poder y la economía, desde luego muy lejos de ciudades como Segovia o Toledo, mucho más grandes entonces. La capitalidad definirá se destino como gran ciudad.

Madrid fue fundada por los musulmanes en el siglo IX, entonces su nombre era Mayrit (manantial). En el año 856 se ordena la construcción del alcázar de Mayrit dentro de un programa defensivo de la Marca Media contra los esporádicos ataques cristianos, se trataba de reforzar la protección de la cuenca del Tajo, así como de la antigua calzada romana que unía Toledo y Medinaceli, la finalidad era asegurar la ciudad de Toledo y, especialmente, las vías de comunicación. A partir de ese momento se inicia poco a poco una congregación de población, tanto del personal bélico que habita en el alcázar como de los comerciantes, artesanos y agricultores que les dan servicio. A finales de siglo la medina tiene ya unas dimensiones considerables y  Mohamed I ordena la construcción de una muralla que la rodee y la una con el alcázar. La población cristiana debe permanecer extramuros y se reúne en el arrabal mozárabe, alrededor de la iglesia de San Andrés. Aún queda algún vestigio de esta época, en la Cuesta de la Vega encontramos un tramo de la antigua muralla y la Torre de San Nicolás, de estilo mudéjar podría ser también de entonces.

La etapa islámica de Madrid concluye cuando en 1080 se establece una alianza entre Alfonso VI y Al-Qadir, rey de Toledo, para luchar contra el reino de Valencia y se cede la villa de Madrid a los cristianos de forma pacífica, lo que permite la permanencia de parte de la población musulmana en la ciudad, los más acaudalados y poderosos huyen hacia el sur de Al-Andalus, pero campesinos y artesanos permanecen. Décadas después tras un intento de invasión almorávide se les confina a los extramuros, los mozárabes que allí vivían residen ahora en el interior de la muralla. Además de la población ya existente llegan nuevos señores a los que se les conceden haciendas como sueldo a sus servicios en la batalla y órdenes religiosas y clérigos a los que se le otorga suelo para establecerse, apareciendo las primeras parroquias.
Éste aumento demográfico unido a la situación de inestabilidad por las constantes guerras hizo necesaria la construcción de una nueva muralla a finales del siglo XII.
En 1123 es promulgado el primer fuero de Madrid, que otorga al Concejo de la villa el derecho de juzgar y legislar, con lo que consigue un cierto poder civil.
 Los reyes castellanos frecuentaban los montes de El Pardo debido a su abundante caza y en 1309 Fernando IV convoca Cortes en Madrid por primera vez, en las que se declara la guerra al rey de Granada, desde entonces se siguen convocando aquí cada cierto tiempo (la Corte no tenía una sede fija, sino que era itinerante). Como consecuencia algunos miembros de la nobleza, eclesiásticos y cortesanos empiezan a construir nuevas viviendas y palacios en Madrid, para tener de la oportunidad de acercarse a los monarcas y obtener su favor, con lo que se sigue produciendo un paulatino crecimiento de la villa.
A mediados del siglo XV Enrique IV ordena cercar nuevamente la ciudad, esta vez no con fines defensivos, sino fiscales y sanitarios, es decir, para lograr una mayor eficiencia en el cobro de impuestos y combatir las epidemias que diezmaban las ciudades. Para estas fechas la población de comerciantes y artesanos ha ido creciendo, iniciando un cierto carácter urbano aunque aún se continúa con la agricultura.

Los Reyes Católicos pasarán algunas temporadas en Madrid, de hecho trasladan el Convento de San Jerónimo El Real desde la orilla del río Manzanares al olivar del Prado, donde había menos humedad. Cuando, tras la subida al trono de Carlos I, en 1520 estalla la Revolución de los Comuneros de Castilla Madrid se une a ella, pero un año después los rebeldes se rinden.

Llegamos al momento clave de la historia de Madrid, en 1561 cuando Felipe II establece aquí la sede fija de la Corte. Había llegado un momento en el que mantener la itinerancia era bastante problemático, al irse consolidando el poder real el volumen de su séquito era cada vez mayor y los desplazamientos se convierten en una cuestión gravosa para la Hacienda y poco práctica para los asuntos de gobierno, así que decide establecerla en un único lugar.
Madrid no era una ciudad especialmente relevante en el reino de Castilla, como lo era, por ejemplo, Toledo, mucho más rica y con más larga y “noble” tradición, al ser fundada por los romanos, mientras Madrid es de origen musulmán. Pero existen toda una serie de factores que favorecen su elección.
 En Toledo el dominio de la Iglesia era muy fuerte, su arzobispo era un personaje muy poderoso, esto crearía conflictos con la autoridad del monarca y no era algo favorable, Madrid carecía de los grupos de presión de Iglesia y nobleza.
Toledo adolecía de un importante problema de abastecimiento de agua, mientras que en Madrid la había en abundancia, gracias a los viajes de aguas, infraestructuras de origen árabe que consistían en una serie de conductos subterráneos que abastecían el agua a Madrid desde los manantiales de la sierra.
Otros factores pudieron ser las amplias zonas de caza que, tradicionalmente ya había frecuentado la realeza (Felipe II le comprará la Casa de Campo a la familia Vargas con la intención de unirlo a El Pardo y juntar toda la zona de caza), el hecho de que hubieran fallecido allí monarcas, que ya existían sitios reales y que estaba muy bien situada y comunicada y cerca de las obras de El Escorial.
La Corte permaneció desde entonces allí, salvo un período de 6 años, el transcurrido desde 1600 a 1606, en el que fue trasladada a Valladolid a instancias del valido del rey Felipe III, el duque de Lerma, al que movían intereses económicos.
Cuando la Corte se establece definitivamente llega con ella todo el aparato del Estado (funcionarios, religiosos, nobles y cortesanos en general) para quedarse. Se generan serios problemas de alojamiento, Madrid se encontraba bajo la Regalía de Aposento, ley creada en 1341, cuando la Corte era itinerante, para garantizar el alojamiento del rey y su séquito allí donde estuvieran. Así que al permanecer en Madrid se decreta que la segunda planta de todas las viviendas debía reservarse para el uso de los nuevos funcionarios. Esto provoca toda una serie de ingeniosas construcciones, conocidas como casas a la malicia, para evitar la regalía: la mayor parte de la casa se dedicaba a cuadra, para reducir su habitabilidad, y aunque se construían dos plantas, las fachadas simulaban tener sólo una.
La capitalidad provoca también la construcción de todo un conjunto de edificios civiles y religiosos que van definiendo el carácter de la ciudad como la Casa de la Villa, la Cárcel de Corte, conventos, monasterios y palacios.
Las constantes llegadas de inmigrantes atraídos por las Cortes provocaron un crecimiento desorbitado, cuadruplicando la población en 40 años. En 1625 Felipe IV derriba la muralla, que ya había sido ampliamente sobrepasada por el crecimiento de la ciudad y construye la que será la última cerca de Madrid, con objetivos fiscales, limitando el crecimiento de la ciudad hasta el siglo XIX. El valido de este monarca, el conde duque de Olivares, ordenará la construcción del Palacio y los Jardines del Buen Retiro, que se convierten en escenario de grandes fiestas cortesanas y representaciones teatrales, con estanques, canales y ríos artificiales, al más puro estilo del jardín barroco.
Las alamedas y paseos de Madrid, especialmente el Prado bullen en actividad, se convierten en lugares de mucho tránsito, en 1684 hay censados 1.120 carruajes en Madrid y se hace necesarias unas primeras normas de tráfico para evitar los atascos y accidentes que se provocaban.

Gran parte de esta inmigración que llegaba a Madrid procedía de las Castillas, que durante la crisis del s. XVII se despoblaron, por el efecto de atracción que ejercía la capital, tan cercana a sus habitantes, que iban allí en busca de trabajo o a mendigar, lo que provoca que otras ciudades hasta entonces muy representativas, como Segovia, se vieran en un retroceso del que ya nunca se recuperarían.

Con la llegada al trono de los Borbones se potencia la construcción de edificios oficiales que seguían las ideas del urbanismo ilustrado francés, se construye un nuevo Palacio Real, tras el incendio del Alcázar, se crean las Academias, el hospicio de San Fernando, etc.
La ciudad ve impedido su crecimiento horizontal debido a la prohibición de construir más allá de la muralla, así que crece en sentido vertical, se hace necesario construir viviendas colectivas que alojen a muchos ciudadanos ocupando poco espacio y así surgen las corralas, en las que se forma un patio central alrededor del cual se levantan los pisos, de varias plantas, normalmente cuatro o cinco, cada planta tiene un corredor común con vistas al patio que permite el acceso a las viviendas Este tipo de construcciones se vuelve característico de Madrid.
En 1749, bajo el reinado de Fernando VI, el Marqués de la Ensenada ordena la elaboración de la Planimetría General de Madrid, para la que se realiza un completo estudio de las casas de la villa que se cuentan, miden y numeran junto al nombre de sus dueños. Hay en ese momento 7.250 viviendas.
Hay una transformación en la economía y la organización del trabajo, los gremios que hasta entonces controlaban las diferentes profesiones, van perdiendo fuerza. Los Borbones quieren instaurar aquí el modelo laboral moderno europeo, se potencia la industria mediante la creación de las Reales Fábricas que abastecían de los objetos de lujo demandados por aristócratas y monarquía.

En 1766 tiene lugar el Motín de Esquilache, tras la prohibición de vestir con capa larga y sombrero de ala ancha para sustituirlos por el redingote y el tricornio  por motivos de seguridad.  Sin embargo no fue esa la causa principal de la revuelta, sino la importante subida del precio de los alimentos debido a una asoladora sequía sumada a la oligarquización de los oficios concejiles, esto generó un profundo malestar que fue aprovechado por un grupo de personajes poderosos que no veían con buenos ojos que los altos cargos fueran ocupados por extranjeros (Esquilache era de origen italiano y ocupaba la Secretaría de Estado), así como por los jesuitas que estaban viendo mermados sus privilegios y promovieron el motín. Al año siguiente todos los jesuitas serían expulsados de España.
Tras la sofocación de la revuelta Carlos III decide tomar medidas para incrementar la seguridad y divide la villa en ocho cuarteles o barrios. Aparece la figura del alcalde de barrio con funciones de policía y preservación del orden público, los alcaldes eran elegidos anualmente por los vecinos del barrio, de esta forma Madrid contaba con ocho alcaldes de barrio, uno por cuartel. Además emprende una total reforma urbanística creando grandes avenidas, con predominio de las calles anchas, consiguiendo una ciudad más limpia, habitable y, sobre todo, segura. Es la época de construcción de grandes y emblemáticos obras arquitectónicas: se inician las obras del Gabinete de Historia Natural y Academia de Ciencias Exactas (actual Museo del Prado),  del Observatorio Astronómico, del Jardín Botánico, de la Puerta de Alcalá, etc. Por todo esto a Carlos III se le acabará conociendo como el mejor alcalde de Madrid.

Como conclusión la historia de Madrid viene determinada por el establecimiento en ella de la capital por Felipe II, lo que produjo que empezara a crecer como ciudad. Transformándose a pasos agigantados en un bullidero de población procedente de todas partes, especialmente de las Castillas, pero que no crece al mismo ritmo en extensión, ya que su muralla, que perdura hasta el siglo XIX, impide el crecimiento. De forma que no tiene otro remedio que crecer verticalmente. El problema del alto precio del suelo en Madrid viene ya de lejos, debido a que sólo 20 años después de que se estableciera definitivamente su capitalidad con el tremendo crecimiento demográfico que iba a suponer, se decide limitar su crecimiento con la muralla de 1625, hecho muy importante para su evolución urbanística posterior y para las consecuencias que sufrimos hoy en día.

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